La Consejería de Educación rompe la neutralidad religiosa
España es, desde el final de la dictadura franquista y el alumbramiento de la democracia, un Estado aconfesional. El artículo 16 de la Constitución afirma literalmente que “Ninguna confesión tendrá carácter estatal”. Ello supone un antes y un después en muchos ámbitos, y uno de los más importantes es el público e institucional. Desde que la nueva constitución entró en vigor (y esto ocurrió hace ya casi medio siglo), el catolicismo y sus símbolos dejaron de ser un elemento de uso oficial, y quedaron reservados a las creencias e inclinaciones ideológicas individuales, que en todo caso, y gracias al discutido Concordato con el Vaticano, se pueden manifestar en el derecho a recibir educación religiosa de alumnado si las familias así lo piden.
La Constitución declara la libertad de pensamiento y dentro de ella, la religiosa, en lo individual, y en lo institucional indica que los poderes públicos mantendrán únicamente las consiguientes relaciones de cooperación con la Iglesia Católica y las demás confesiones.
De todo lo anteriormente reseñado se derivan consecuencias importantes también en el ámbito educativo. Ningún símbolo religioso tiene sentido en las aulas, en las que el alumnado mantiene creencias múltiples y en lo religioso muy dispares. Las instituciones educativas deben guiar que los centros educativos sean lugares donde se respete la libertad de pensamiento, dando ejemplo de esa neutralidad en lo religioso imprescindible para garantizarla. Ello no implica negar las creencias religiosas del alumnado, sino simplemente no condicionarlas ni fomentar ninguna en concreto, y que sean la juventud quienes decidan lo que deben creer. Pero parece que la Consejería de Educación de la Junta de Castilla y León no ha entendido nada de lo anterior, aunque 46 años de Constitución así lo proclame, y a pesar de que sus mandatarios hagan alusión a la necesidad de su cumplimiento en muchas ocasiones.
La Consejera de Educación, la señora Rocío Lucas, acaba de felicitar las fiestas navideñas a través del portal de educación en internet usando una imagen de un belén napolitano, que muestra al niño Jesús en su pesebre, junto a un ángel, entre otros personajes.
Que la Consejera sea creyente, y a mayor abundamiento cristiana, nadie lo debe criticar porque entra dentro de su libertad individual y es absolutamente respetable. Pero que utilice la Consejería de Educación, para vincular las vacaciones escolares invernales con un tema estrictamente cristiano no es admisible, pues supone el uso de una institución pública para hacer proselitismo religioso. Y ello es espacialmente grave cuando la mayoría de sus administrados son jóvenes menores de edad, más vulnerables e influenciables que los adultos.
Igual que sería sancionable que un docente utilizase sus horas de docencia para mostrar al alumnado la pertinencia de comulgar con una determinada formación política o con cualquier otro tipo de creencia o ideología, el uso en un canal oficial, por parte de la máxima responsable educativa de la autonomía, de imágenes de una advocación religiosa concreta, debe tener consecuencias. De lo contrario la pérdida de legitimidad de la Consejera y de la institución que rige ante sus administrados, será un triste hecho.

Aprovechamos también para desearos un feliz y merecido descanso y que en el año 2025 la administración valore el cuerpo docente y a la enseñanza en general.